El Proveedor – Permitiendo a las personas la satisfacción de sus necesidades


El conflicto generalmente surge de las necesidades frustradas, como amor y respeto. La frustración conduce a las personas a intimidar a los demás, a usar la violencia, y a hurtar las cosas ajenas. Las necesidades humanas básicas son la alimentación (y demás condiciones de vida), seguridad, identidad y libertad. Si nosotros, como los del tercer lado podemos ayudar a las personas a encarar una o más de estas cuatro necesidades, podemos evitar el conflicto destructivo. Este es el rol del Proveedor.

Compartir recursos, compartir conocimientos

Cuando se tiene la sensación de que lo que hay no alcanza para todos, surgen el miedo y la angustia, y pueden estallar luchas. Difícilmente se puede culpar a la gente que sufre hambre por codiciar la comida de sus vecinos bien alimentados. No es una casualidad que las sociedades que comparten más equitativamente sus recursos (como los países escandinavos) tengan tasas relativamente bajas de crimen y violencia.

  • Cuando los suecos hacen circular la comida o bebida en la mesa, suelen decir “lagom”, que significa “toma para ti lo suficiente, pero cuida que haya bastante para los demás”.

En el mundo hay bastante comida para todos, y para comprarla y distribuirla se necesita sólo una porción minúscula de lo que se gasta en armamento y ejércitos. Lo mismo es válido respecto de cualquiera de las necesidades materiales básicas de los seres humanos, como por ejemplo las de agua potable, ropa abrigadora, atención médica simple y un refugio para protegerse de las inclemencias del tiempo.

Tan importante como compartir los recursos escasos es compartir los conocimientos, enseñando a la gente a satisfacer sus necesidades por sí misma. Como dice el viejo proverbio: “Si regalas pescado a un hombre, lo alimentaras por un día. Pero si le enseñas a pescar lo alimentarás por toda su vida”.

  • El éxito de los programas de Boston para reducir la violencia juvenil se debió en parte a que la comunidad, las empresas y el gobierno trabajaron conjuntamente a fin de proporcionar a adolescentes en riesgo, más de diez mil empleos a tiempo parcial después de sus horas de clases, así como programas educativos y entrenamiento laboral. Las iglesias de Río de Janeiro apuntan a lo mismo cuando brindan a jóvenes de escasos recursos capacitación laboral, evitando así que se dediquen a la venta de drogas.
  • Una gran prosperidad no es requisito para que exista paz. Pensemos en Costa Rica, un país pequeño y – a pesar de su nombre – no rico, que tiene un record de paz interna y externa en la última mitad del siglo XX que podría envidiar cualquiera de los países desarrollados. Los costarricenses lo lograron eliminando el ejército y utilizando dichos recursos en servicios de salud, educación y desarrollo. Durante muchos años Costa Rica gastó en salud un porcentaje de su presupuesto nacional más alto que el dedicado a ese sector por cualquier otro país. Proporcionalmente, sus gastos en salud ocupan el segundo lugar entre los más altos del mundo. Aunque costosos, a estos programas sociales se les atribuye el mérito de haber ayudado a Costa Rica a evitar los alzamientos sociales y revoluciones, inmensamente más costosos, que se han producido en casi todos sus vecinos centroamericanos.

Dar a los demás la sensación de seguridad

  • La Inglaterra medieval tenía una tasa estimada de homicidios de cincuenta por cada cien mil habitantes. Ahora Inglaterra tiene una tasa veinticinco veces inferior a dicha cifra. Una de las principales razones es que la gente se siente segura. La policía está presente. Nadie se siente impulsado a llevar un arma; en realidad, portar armas está prohibido. La comunidad proporciona protección a todos.

Esta misma lección se está aprendiendo a nivel internacional.

  • Durante la primera mitad del siglo XX, las naciones de Europa se dedicaron a la fabricación de armas, generando miedo, carreras armamentistas y guerras catastróficas. Cada país trataba de sentirse más seguro haciendo que los otros se sintieran más inseguros. No dio resultado. En las décadas de 1970 y 1980 los países europeos comenzaron a aprender a respetar las necesidades de seguridad de los otros. Para reducir el miedo y la desconfianza acordaron intercambiar observadores militares y avisar a los vecinos antes de realizar ejercicios militares. Llegaron a reconocer que ninguna nación puede sentirse verdaderamente segura, a menos que también se sientan seguros sus vecinos. La seguridad propia reside en la seguridad común.

Otorgar respeto

Los seres humanos tienen una multitud de necesidades emocionales: amor y reconocimiento, pertenencia e identidad, y propósito y significado para sus vidas. Si tuviéramos que resumir todas esas necesidades en una sola palabra, diríamos “respeto”. La gente quiere ser reconocida y respetada por lo que es.

La frustración de esta necesidad crea conflictos en todas partes. En las familias, los niños que compiten por la atención de los padres suelen pelear a menudo. En los vecindarios, los adolescentes se unen en pandillas en busca de pertenencia; se matan entre sí porque perciben faltas de respeto. En los lugares de trabajo, la lucha por el reconocimiento y pertenencia puede agudizarse a veces hasta la violencia. La mayoría de las guerras del mundo actual giran en torno a la identidad y el respeto. La falta de respeto a la identidad de un grupo (y a otras de sus necesidades básicas) conduce de un modo bastante natural al separatismo, al deseo de constituir otro Estado que encare esas necesidades, lo cual a su vez puede desencadenar una guerra civil.

Satisfaciendo la necesidad de respeto que tienen los jóvenes, nosotros, en nuestras calidades de padres, maestros y miembros de la comunidad, podemos ayudar a evitar la violencia.

  • Milwaukee se le atribuye a un programa de baloncesto nocturno una caída del treinta por ciento en la violencia juvenil: los jóvenes prefirieron tirar las pelotas a las canastas en vez de tirarse balas entre ellos.
  • De modo análogo, luego de comprobar que las horas siguientes a la hora de salida de las escuelas son horas en las que se producen la mayor cantidad de delitos juveniles, decenas de comunidades de todos los Estados Unidos han organizado clubes que ofrecen a los jóvenes la oportunidad de participar en tareas estimulantes precisamente en ese horario. Por ejemplo, en una ciudad de Florida los delitos a mano armada disminuyeron en un setenta por ciento en los vecindarios donde había programas de “tareas para después de clase”.

Brindar respeto es también esencial para reducir la violencia étnica. En un mundo con más de seis mil grupos étnicos entremezclados, la solución no consiste en crear un Estado para cada grupo. Las culturas nacionales fuertes pueden sobrevivir sin tener un Estado propio, como lo atestiguan los catalanes en España, los tamiles en la India y los galeses en Gran Bretaña, pero esto sólo es posible si la comunidad global respeta sus identidades y su derecho a expresarlas.

  • Cuando se preguntó a Selim Beslagic, alcalde de Tuzla (en Bosnia), el por qué esta ciudad había disfrutado de mayor tolerancia étnica que muchas de sus vecinas, dijo: “En Tuzla hemos dado siempre prioridad al respeto a la dignidad humana, por sobre la pertenencia a una nación o a una comunidad étnica”.

Dar poderes a otros

La necesidad de autonomía, es decir, de ejercer algún grado de control sobre la propia vida, es muy profunda. Incluso los niños pequeños quieren hacer cosas por sí mismos, sin la ayuda de los adultos. Los adolescentes luchan por definir su identidad, diferenciándola de la de los padres. Por cierto, muchas de las guerras de los últimos dos siglos se hicieron para obtener libertad: para liberarse del feudalismo y la monarquía absoluta, para liberarse de potencias coloniales, para liberarse de dictaduras de derecha o de izquierda, o para liberarse de la dominacion de otros grupos étnicos o religiosos.

El brindar libertad puede comenzar en la familia, cuando los padres invitan a los pequeños a tomar sus propias decisiones siempre que sea posible: “¿Qué ropa quieres ponerte?”. Se sigue dando libertad cuando las empresas aprenden que, para obtener lo mejor de sus empleados, deben permitirles tomar la mayor cantidad de decisiones.

Recursos

  • Bornstein, D. (1997). The Price of a Dream: The Story of The Grameen Bank. Chicago: University of Chicago Press.
  • Burton, J. (1990). Conflict: Human Needs Theory. New York: St. Martin’s Press.
  • Gurr, T. (1970). Why Men Rebel. Boulder: Westview Press.
  • Dollard, J., L. Doob, N.E. Miller, O.H. Mowrer, and R.R. Sears. (1939). Frustration and Aggression. New Haven: Yale University Press.
  • Maslow, A. (1987). Motivation and Personality (Third Edition). New York: Harper and Row.
  • Ury, William (2000). The Third Side:Why We Fight and How We Can Stop New York: Penguin.

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