El Referee – Estableciendo Límites para la lucha

Algo de lucha puede ser saludable. Con una pelea se puede limpiar el ambiente y poner en evidencia problemas ocultos. Cuando la gente pelea es importante reducir el daño. Esta es la función del referee, que pone límites a la lucha. Los padres conocen perfectamente este rol: “Esta bien con almohadas, pero no con los puños”; “No se golpeen encima del cuello ni debajo de la cintura”. Como referees podemos cambiar el modo en que la gente pelea, reemplazando los armas y los métodos más destructivos por otros que sean menos peligrosos.

Establecer reglas para una lucha correcta

  • Durante la Guerra Fría, los Estados Unidos y la Unión Soviética elaboraron un código de conducta para contener sus constantes conflictos en el planeta.
    • La regla número uno era no emplear armas nucleares, ni siquiera contra terceros. Esta regla se convirtió en un tabú tan fuerte como cualquier tabú tribal.
    • La regla número dos establecía el nunca poner soldados estadounidenses y soviéticos en situaciones que pudieran llevarlos a dispararse directamente.
    • Los líderes temían que la violación de cualquiera de esta reglas pudiera llevar fácilmente a una escalada que desembocaría en una guerra termonuclear. Estas reglas pueden parecer simples, pero contribuyeron eficazmente a evitar una Tercera Guerra Mundial.

Reglas del mismo tipo se aplican en las calles:

  • “Si puedo conseguir que se peleen a trompadas, magnífico”, dice Ron Sinkler, ex miembro de una pandilla y ex presidiario que ahora trabaja para la ciudad de Boston. Su principal preocupación consiste en persuadir a los pandilleros de que arreglen sus disputas sin armas: “Les explico que si usan armas irán a la cárcel. Los chicos no son tontos. Escuchan. Algunos de ellos en todos los casos.”

El referee también ha llegado a Internet:

  • America Online, el mayor proveedor internacional de Internet, ha reclutado a casi 14,000 voluntarios que recorren unos 180,000 grupos de conversación controlando que los participantes no se agredan, amenacen ni avergüencen recíprocamente; este código de conducta es aceptado por los subscriptores cuando se incorporan al servicio.
  • Otro grupo de aproximadamente un centenar de miembros, conocido como el Equipo de Acción Comunitaria, ayuda a determinar cuando un comentario va más allá del límite.
  • America Online fue criticada, con buenas razones, cuando suspendió durante tres semanas una conversación con Irlanda del Norte que estaba volviéndose violenta, pero su iniciativa constituye un interesante experimento en gran escala sobre el empleo de un código de conducta y referees en un foro público.

Los códigos de conducta tienen también su lugar en las campañas políticas:

  • Una activista civil observa lo siguiente: “Nos frustraban los ataques personales, el hecho de que un candidato llamara mentiroso al otro. La gente estaba enojándose y volviéndose incrédula.” Entonces un grupo de ciudadanos (activistas civiles, colaboradores en las campañas políticas, ex funcionarios públicos y periodistas) idearon una estrategia denominada “Proyecto Campaña Positiva”. Por medio de volantes y anuncios en los medios gráficos, exhortaron a los votantes a hacerles saber a sus candidatos que sólo los apoyarían si sus campañas eran positivas e informativas. Como paso inicial, los candidatos retiraron varios “avisos hostiles” negativos después de la queja de los votantes.

Eliminar las armas ofensivas

Un modo de impedir que algunas personas empleen armas peligrosas es quitárselas:

  • En Gran Bretaña, la tasa de asesinatos anuales es de uno por cada cien mil personas, mientras que en los Estados Unidos es por lo menos ocho veces superior. Una de las razones importantes de esta diferencia es que las armas de fuego, estrechamente controladas en Gran Bretaña, son abundantes y de fácil obtención en los Estados Unidos. La tasa de muertes por arma de fuego entre los niños estadunidenses es cerca de dieciséis veces mayor que entre los niños de otros veinticinco países industrializados juntos.
  • Para combatir el homicidio juvenil en Boston en la década de 1990, el Proyecto Armas de Fuego de Boston se propuso mantener las armas de fuego fuera del alcance de los jóvenes. Investigadores de la Universidad de Harvard proveyeron información acerca de los tipos de armas de fuego usadas por los adolescentes, y los funcionarios del gobierno luego desarrollaron estrategias para rastrear su adquisición y arrestar a los proveedores de dichos tipos de armas. El proyecto estableció además un programa para recomprar las armas a los adolescentes. La policía, contando con el respaldo de la comunidad, hizo cumplir rigurosamente las restricciones al uso de armas de fuego, y los tribunales impusieron sentencias severas a los infractores. La colaboración entre investigadores, agencias gubernamentales y la comunidad, funcionó. En 1996, ningún joven menor de 17 años murió a causa de las armas de fuego y las tasas de homicidio para personas menores de 24 se había reducido al 25% de las cifras de 1990. Esta exitosa iniciativa se ha extendido al menos a otras 17 ciudades.

Fortalecer las defensas de modo no ofensivo

No resulta fácil convencer a la gente de que deponga sus armas. En el siglo XX, muchos intentos de desarme fracasaron en buena medida porque las armas mismas parecían como el problema primordial, y no como una respuesta desafortunada a una situación de inseguridad. Cuando los pueblos se sienten más seguros por haber fortalecido sus defensas, están dispuestos a descartar sus armas ofensivas.

  • Un enfoque promisorio, propugnado por el estratega militar británico sir Basil Liddel-Hart, consiste en fortalecer las defensas y simultáneamente ir despojándose de las armas que podrían usarse para atacar. La construcción de muros más sólidos en torno al castillo da mejor resultado si se ve acompañada por esfuerzos tendentes a eliminar la artillería capaz de destruir esos muros. La meta es reducir el poder de las armas ofensivas y al mismo tiempo fortalecer las defensas, a punto de que el defensor se encuentre siempre en una posición ventajosa. Así, cualquier posible agresor pensaría dos veces antes de atacar.
  • Suiza ilustra este enfoque. Hace siglos adoptó una política de neutralidad armada, subrayando activamente su intención de no amenazar a nadie.
    • Hoy en día sus fuerzas armadas no cuentan con armas nucleares, no tienen aviones de largo alcance, tampoco bombarderos pesados, ni tanques capaces de penetrar profundamente en el territorio enemigo. Sus armas son sistemas antiaéreos, trampas y proyectiles antitanques, aviones de corto alcance, helicópteros y vehículos livianos adecuados para la defensa en zonas montañosas.
    • Suiza confía principalmente en su propia gente. En un lapso de 48 horas, Suiza puede movilizar al ochenta por ciento de la población masculina activa, una fuerza de unos seiscientos cincuenta mil efectivos.
    • Otros ciudadanos están entrenados para mantener la actividad económica esencial, proporcionar atención médica a los heridos y presentar una resistencia no violenta a los invasores. De modo que toda la comunidad está preparada para defenderse sin atacar.

La defensa no ofensiva se extiende al patio de recreo en la escuela:

  • En una obra de teatro escolar, un chico de diez años grita: “¡Tu mamá está chiflada!”. El héroe le contesta: “Ah, será por eso que se cuelga tanto de los árboles&” “¡Eh, Peloduro!”, grita otro provocador. “Ya lo sé” es la respuesta, sta mañana me puse incluso más fijador para no tener los pelos como clavos. Esta obra fue escrita por niños de 10 años de edad y se utiliza para enseñar a otros niños de la escuela a defenderse de los insultos y provocaciones recurriendo al humor, sin contraatacar.
  • Los alumnos aprenden que ser líder significa ayudar a los compañeros que no tienen amigos, para de tal modo hacer saber a los peleadores potenciales que esos niños aislados no serán víctimas fáciles.
  • En el nivel físico, muchos aprenden artes marciales defensivas como el judo, el jiu-jitsu y el aikido, con las cuales uno se protege sin dañar a los otros.

La defensa no ofensiva también se puede emplear en el lugar de trabajo:

  • Un hombre merodeaba a su ex novia en el estudio jurídico de Los Ángeles donde ella trabajaba. “Obtuvimos un mandato restrictivo que le prohibía al sujeto acercarse, contratamos un vigilante y cerramos las puertas”, recuerda el jefe de la joven. Gracias a esta intervención protectora de la comunidad laboral, las llamadas y las visitas amenazantes cesaron, y la crisis cedió.

Recursos

Bibliografia breve

  • Mindell, A. (1995). Sitting in the Fire: Large Group Transformation Using Conflict and Diversity. Lao Tse Press.
  • Schmidt, F. and A. Friedman. (1989). Fighting Fair for Families. Peace Education Foundation.
  • Sharp, G. (1990). Civilian-Based Defense. Princeton: Princeton University Press.
  • Ury, William (2000). The Third Side:Why We Fight and How We Can Stop. New York: Penguin.

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    Referee – Set Limits to Fighting

    Some fighting can be salutary. Fighting can serve the function of clearing the air and bringing suppressed problems into sharp focus. If and when people do fight, it is important to reduce the harm. That is the role of the Referee, who sets limits on fighting. Parents know this role well: “Pillows are okay, but fists are not.” “No blows above the neck or below the belt.” As Referees, we can change the way people fight, replacing destructive weapons and methods with substantially less destructive ones.

    Establish rules for fair fighting

    • During the Cold War, the United States and the Soviet Union evolved a code of conduct to contain their periodic conflicts around the globe.
      • Rule number one was: Never use nuclear weapons, even against other parties. This rule turned into a taboo as strong as any tribal taboo.
      • Rule number two was: Never put American and Soviet soldiers into situations where they would be firing directly at one another.
      • Leaders feared that breaching either rule could all too easily escalate into a thermonuclear war. The rules may seem simple but they helped avert World War Three.

    The same kind of rules apply on the streets:

    • “If I can get them to have a fist fight, that’s great,” declares Ron Sinkler, a former gang member and prison inmate who now works for the city of Boston. His main priority, he says, is to persuade gang members to settle their disputes without guns. “I try to explain that if you use a gun, then you’re going to prison. Kids aren’t stupid. They listen, some of them anyhow.”

    Referees arrived on the Internet in its early beginnings:

    • America Online, the world’s largest Internet provider, recruited nearly fourteen thousand volunteers to patrol over a hundred and eighty thousand continuing conversation groups to ensure that people do not harass, threaten, or deliberately embarrass others, a code of conduct accepted by subscribers when they sign up for the service.
    • A further group of about a hundred, known as the Community Action Team help determine when a comment crosses the line.
    • While America Online was criticized, with good reason, when it suspended for three weeks a conversation about Northern Ireland that was getting belligerent, its initiative is an interesting large-scale experiment in the use of a code of conduct and Referees in a public forum.

    Codes of conduct have a place in political campaigns as well:

    • “We were frustrated by the personal attacks, one candidate calling the other one a liar,” explained one civic activist. “People were getting angry and cynical.” So a group of citizens – civic activists, campaign workers, former public officials, members of the media – devised a strategy called “Project Positive Campaign” that, through fliers and public service announcements in the media, urged voters to let their candidates know that they would support only those who ran positive, informative campaigns. As a start, candidates withdrew several negative “attack ads” after voters complained.

    Remove offensive arms

    One way to stop people from using dangerous weapons against each other is to take them away:

    • In Great Britain, the annual murder rate stands at one per hundred thousand people, while in the United States the rate is at least eight times higher. One powerful reason is that firearms, tightly controlled in Britain, are plentiful and easily available in America. The death rate among American children from firearms is nearly sixteen times higher than among children in twenty-five other industrialized countries combined.
    • To combat teen homicide in Boston in the 1990s, the Boston Gun Project sought to keep guns out of the hands of youth. Researchers at Harvard University provided information about the kinds of guns used by teenagers, and government officials then developed strategies for tracking down and arresting suppliers of these types of guns. The project also established a program to buy back guns from teenagers. Backed by the community, the police rigorously enforced firearms restrictions and the courts imposed heavy sentences on offenders. The collaboration among researchers, government agencies, and the community worked. In 1996, no youths under seventeen died from handgun violence; and homicide rates for people under twenty-four had dropped by three quarters from the 1990 numbers. The successful initiative has now spread to at least seventeen other cities.

    Strengthen defenses – non-offensively

    It is not easy to persuade people to lay down their arms. Many efforts at disarmament in the twentieth century have failed in good part because the weapons themselves were treated as the primary problem instead of as an unfortunate response to a condition of insecurity. Once people feel safer through strengthened defenses, they become more willing to discard their offensive weapons.

    • One promising approach advocated by British military strategist Sir Basil Liddell-Hart is simultaneously to strengthen defenses as one gets rid of weapons that could be used to attack. Building stronger castle walls works better if accompanied by efforts to eliminate the siege artillery that could destroy those walls. The aim is simultaneously to reduce the power of offensive weapons and strengthen defenses to the point where the advantage in any fight goes to the defender. Any would-be aggressor would then think hard before attacking.
    • Switzerland illustrates the approach at work. Centuries ago, it adopted a policy of armed neutrality, actively signaling its intention of threatening no one.
      • Today, its armed forces have no nuclear weapons, no long-range aircraft, no heavy bombers, and no tanks capable of advancing deep into enemy territory. Its weapons consist instead of antiaircraft systems, antitank weapons, antitank traps, short-range aircraft, helicopters, and light vehicles suitable for mountain defense.
      • Switzerland relies heavily on its own people. Eighty percent of the active male population, a force of some six hundred and fifty thousand, can be mustered within forty-eight hours.
      • Other citizens are trained to maintain essential economic activities, provide medical services to the wounded, and offer nonviolent resistance to the invaders. The entire community is thus mobilized to provide defense without offense.

    Non-offensive defense stretches into the schoolyard:

    • “Your mother is nutty!” the ten-year-old bully shouts in a school skit. “So that’s why she hangs out in trees so much,” responds the hero. “Hey, Spike!” calls out another bully. “I know,” comes the response, “I worked really hard on my hair this morning. I even used extra hair spray.” This skit was written by ten-year-olds and used to teach other children in school how to defend themselves against insult and provocation with humor, not counterattacks.
    • The children learn that being a leader means going out of their way to befriend children who have no friends, thus putting would-be bullies on notice that these children will not prove easy targets.
    • On a physical level, many children learn the defensive martial arts of judo, jujitsu, and aikido, all ways of protecting themselves without hurting others.

    Non-offensive defense can be used in the workplace as well:

    • When a man was stalking his former girlfriend at the Los Angeles law firm where she worked, “We went out and got a restraining order, hired a guard and locked the doors,” recalls her boss. Thanks to the protective intervention of the employee’s work community, the harassing calls and visits stopped and the crisis subsided.

    Resources

    Brief bibliography

    • Mindell, A. (1995). Sitting in the Fire: Large Group Transformation Using Conflict and Diversity. Lao Tse Press.
    • Schmidt, F. and A. Friedman. (1989). Fighting Fair for Families. Peace Education Foundation.
    • Sharp, G. (1990). Civilian-Based Defense. Princeton: Princeton University Press.
    • Ury, William (2000). The Third Side:Why We Fight and How We Can Stop. New York: Penguin.

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