El Tercer Lado está en todo lugar

En la familia

“Una noche, mi madre y su novio empezaron a discutir tontamente acerca de adónde iban a salir”. Cuenta Marquise Johnson, una joven de 18 años formada como mediadora escolar en uno de los peores vecindarios de Cleveland. “Tuve que hacerlos sentar. Eso fue lo más difícil, porque cuando les dije que se sentaran lo único que hicieron fue mirarme fijamente. Pero yo insistí: “voy a ayudarlos a resolver este problema; ¿se pueden sentar por favor?”. Terminamos riéndonos. Yo estaba orgullosa. Cuando concluya la universidad quiero ser asistente social o psicóloga.”

Nuestras costumbres para tratar con problemas domésticos han empezado a moverse de la pasividad hacia la intervención activa por parte de la comunidad circundante. Los casos de niños maltratados y mujeres golpeadas ya no se consideran, como era tradicional, “asuntos de familia”. Los vecinos hacen sonar la alarma, e intervienen los asistentes sociales, la policía y los agentes judiciales. Los albergues para mujeres golpeadas ofrecen refugio y asesoramiento.

Al mismo tiempo se está expresando un “sí” al diálogo. Los grupos de apoyo, el asesoramiento marital, la mediación familiar, se están volviendo mucho más comunes, ya no sólo en las clases más acomodadas. Los padres de Jane, una niña de 12 años, estaban tan atareados discutiendo que no pensaban en lo que sentía ella. “Después de ir a la mediación – recuerda Jane – empezaron a escucharse más entre ellos, y a escucharme a mí.”

“Sin la mediación familiar – añade el padre – me parece que todavía estaríamos peleando y haciéndo más daño a los que nos rodean.”

Son cada vez más los divorcios que se inician con un enorme esfuerzo tendente a dejar resueltas las cuestiones económicas y de custodia de los niños, de un modo cooperativo, a través de la mediación, a fin de preservar una buena relación entre las partes. Esto puede suceder incluso cuando los hijos ya son grandes. Como dijo una mujer divorciada: “Vamos a ser abuelos juntos”.

En el centro de trabajo

En ocasiones desgarrados por rivalidades entre departamentos, juicios empresariales, huelgas, quejas laborales y violencia inesperada, en los centros de trabajo también hay signos del tercer lado. “Cuando mis representantes de ventas entran en conflicto, es generalmente por clientes y territorios”, dice Michael Rosenberg, presidente de un servicio de reparto de comida a domicilio. Cuando su personal de ventas discute, él le pide que intercambien clientes o que trabajen en equipo. “De este modo -explica- se ven obligados a ayudarse recíprocamente por el bien de la empresa, en lugar de preocuparse por proteger su propio territorio.”

Millares de empresas y organismos gubernamentales han designado ombudsman o mediadores que se dedican exclusivamente, en algunos casos en términos confidenciales, a ayudar a los empleados a resolver las disputas que tienen entre ellos y con la gerencia. Antes usada sólo para zanjar los desacuerdos contractuales entre la gerencia y el sindicato, la mediación se está empleando cada vez más para resolver las quejas de empleados y consumidores. Muchas empresas están también comprometiéndose de antemano a emplear mediación y arbitraje, antes que los tribunales, para solucionar sus disputas con clientes, proveedores y asociados. De las mil empresas más grandes de Estados Unidos, casi el 90 por ciento informan haber empleado la mediación para solucionar una disputa, a fin de ahorrar dinero, lograr un acuerdo más satisfactorio y preservar una buena relación.

En muchas organizaciones existen facilitadores que trabajan con equipos transfuncionales para superar los problemas que se plantean entre distintos departamentos. Los gerentes están aprendiendo a mediar entre sus compañeros de equipo, sus empleados y, a menudo, entre sus múltiples jefes. El éxito de la empresa está empezando a depender de la capacidad de su personal para resolver los innumerables conflictos que se suscitan entre producción y comercialización, ventas y oficinas centrales, empleados y supervisores. Y alcanzar el “triple triunfo”: una solución buena para cada lado y para la compañía como un todo.

En la comunidad

A principios de la década de 1990, la violencia juvenil en Boston parecía fuera de control. Había un tiroteo cada día y medio, lo cual triplicaba la frecuencia de los diez años precedentes. En Halloween, un niño de 9 años había caído bajo el fuego cruzado entre pandillas, lo mismo que un adolescente que se dirigía a una reunión antidrogas. Pero, después de que en 1992 murieran más de 20 jóvenes por disparos de armas de fuego, la tasa cayó a cero en 1996.

Según Paul Evans, comisionado policial de Boston, la clave fue la “colaboración”. Se movilizó toda la comunidad. La policía trabajó estrechamente con los maestros y los padres en la identificación de chicos que faltaban a clase o estaban obteniendo notas bajas. El gobierno local y las empresas instrumentaron asesoramiento psicológico, programas educativos y tareas fuera de la escuela para los jóvenes perturbados. Los hogares de estos jóvenes fueron visitados por asistentes sociales. Sacerdotes y pastores actuaron como mentores y proporcionaron familias sustitutas a los chicos que nunca habían tenido en casa a sus dos progenitores o incluso ni siquiera a uno de ellos. Consejeros comunitarios (a menudo ex miembros de pandillas) comenzaron a acompañar a los pandilleros para enseñarles a manejar sus conflictos con palabras en vez de con armas.

No sólo Boston hizo un buen uso del tercer lado. En todos los Estados Unidos, las disputas comunitarias de todo tipo (desde perros que ladran en exceso hasta problemas con propietarios de predios, pasando por controversias por juguetes de niños abandonados en la acera) se someten cada vez más a la mediación de voluntarios entrenados de la comunidad. “Yo recomendaría el proceso [de la negociación mediada] para cualquier disputa que parezca insoluble”, dice el juez Clarence Seeliger, quien ha sido testigo de que la mediación resolvió en Atlanta duras disputas de casi un cuarto de siglo acerca del trazado de una autopista a través de los vecindarios locales. “Ellos [los del tercer lado] probablemente impidieron que sacáramos las armas y nos disparáramos por encima de la mesa”, dice Hal Rives, líder de uno de los bandos disputantes. “No creo que hubiéramos llegado [al acuerdo] sin ellos.”

También los jóvenes están aprendiendo a mediar. “Si no hubiéramos tenido mediación, me habría peleado con ellas”, dice Alisha, una alumna de sexto grado en la Martin Luther King School. Dijo que le había hecho una pregunta a su compañera Elizabeth, y ésta había respondido poniéndole apodos y “cara de asco”. Pero en lugar de pelear, Alisha y Elizabeth fueron al Centro para la Resolución de Conflictos, en la planta baja de la escuela, donde pidieron ayuda a un compañero entrenado en mediación. “Resolvieron el problema acordando que tratarían de llevarse bien, sin que ninguna pretendiera hacerse la viva con la otra”, explicó Patrice Culpepper, el alumno de undécimo grado que medió en el caso. “En el seguimiento posterior se comprobó que las dos estaban cumpliendo.”

En más de cinco mil escuelas de los Estados Unidos, los niños están recibiendo entrenamiento como mediadores entre compañeros. No esperan a que les lleguen los problemas, sino que van a los patios de recreo y a los corredores donde esos problemas se generan. Lo típico es que trabajen en parejas formadas por un niño y una niña. Ellos se acercan a los compañeros que están discutiendo y peleando, y les preguntan si quieren hablar sobre su conflicto. Se establecen algunas reglas simples: no interrumpir al otro, hablar sobre los propios sentimientos y buscar una solución. La tasa de éxito es alta. Por ejemplo en la escuela primaria Melrose de Oakland no sólo hay cincuenta veces menos suspensiones sino que también se le ha atribuido al programa de mediación una reducción sustancial de la violencia.

Esta tendencia a la resolución consensual de las disputas no se limita a los Estados Unidos. Está apareciendo en todo el mundo, a menudo sobre la base de tradiciones de mediación propias de cada sociedad y cultura. Los hawaianos tienen las tradición del ho’opónopono; los palestinos la llaman sulha, mientras que en los pueblos del Cáucaso los mediadores son los ancianos. Difundiéndose de una sociedad a otra, aprendiendo de las tradiciones locales, la mediación se está convirtiendo en un movimiento de escala mundial.

En el mundo

Todo empezó como un diálogo entre profesores y activistas del movimiento pacifista. El sociólogo noruego Terje Rod Larsen y su esposa, la diplomática noruega Mona Juul, iniciaron en su país una serie de conversaciones de paz directas, secretas y extraoficiales, entre israelíes y palestinos. Los primeros representantes israelíes fueron dos académicos pacifistas: Fair Hirschfeld y Ron Pundik, vinculados al liderazgo israelita. La Organización para la Liberación Palestina fue representada por el economista Abu Alaa y dos asistentes, Hassan Asfour y Maher el Kurd. Las conversaciones terminaron convirtiéndose en oficiales, y en 1993 produjeron el Acuerdo de Oslo, registrado por todo el mundo con un apretón de manos televisado en los jardines de la Casa Blanca, entre el líder árabe Yasser Arafat y el presidente Israelí Yitzhak Rabin. Aunque sólo se había dado un paso en la tortuosa senda hacia la paz en el Medio Oriente, constituyó el mayor logro en décadas de conflicto violento.

El tercer lado está invirtiendo cada vez más para ayudar a resolver las disputas internacionales que antes sólo podían zanjarse mediante la guerra. El Vaticano evitó una guerra por las islas del Canal Beagle entre Argentina y Chile gracias a una mediación que llevó a la división de territorio aceptada por ambas partes. La mediación de la comunidad internacional ha puesto fin a guerras en Namibia, Mozambique, Camboya, Nicaragua y Guatemala. No intervienen solamente los gobiernos. Igual que en las conversaciones de Oslo, cada vez son más las organizaciones no gubernamentales y los ciudadanos que trabajan en forma paralela con los diplomáticos para reunir a las partes y facilitar las conversaciones. Se atribuye a la Comunidad de San Egidio, una reunión de comunidades católicas, el haber facilitado el final de la guerra en Mozambique.

A veces el tercer lado va más allá e interviene por la fuerza para detener la agresión y la guerra. Con la comunidad internacional continuamente consternada por las masacres y violaciones en contra de musulmanes indefensos en Bosnia, las fuerzas internacionales finalmente intervinieron, destruyeron los arsenales serbios, y ayudaron a los ejércitos musulmán y croata a crear un equilibro de poderes, de modo que finalmente los serbios estuvieran dispuestos a conversar. El acuerdo de paz posterior, generado por mediadores internacionales, está siendo puesto en vigor por las fuerzas de paz de veinticuatro países.

Vínculo relacionado:
JustWarTheory.com


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